La accesibilidad, un factor clave para la inclusión social
Vivimos en una sociedad dinámica, compleja, tecnificada, y que aparentemente ofrece nuevas y mayores oportunidades de desarrollo personal, de bienestar social y calidad de vida. Una sociedad en la que una imagen vale más que mil palabras y las herramientas de orientación y comunicación se desarrollan en torno a la visión.
Para las personas con discapacidad visual, tanto los avances como la incuestionable supremacía visual pueden convertirse en nuevas barreras y factores de exclusión para su plena participación e integración en la comunidad. Pero como ciudadanos y consumidores de bienes y servicios, tienen derecho a acceder de forma autónoma a todos los lugares y a la información que se proporciona.
Conseguir que cualquier persona pueda usar y disfrutar los entornos con seguridad, comodidad y autonomía es un reto para nuestra sociedad. Por ello, entre las acciones que realiza la ONCE, es prioritaria la de contribuir a que los entornos, bienes y servicios sean totalmente accesibles para las personas con discapacidad visual.
¿Qué entendemos por accesibilidad?
Hace algunos años, la accesibilidad se asociaba directamente con la necesidad de eliminar las barreras físicas, como causantes de estos problemas. Este concepto ha ido evolucionando y, en la actualidad, se considera a la persona y a su entorno como un todo, y se asume que además de intervenir sobre ella para que desarrolle estrategias para su autonomía, el medio en el que se desenvuelve debe diseñarse con el objetivo de asegurar la normalización y sus derechos como ciudadano. De esta forma, la accesibilidad se ha convertido en uno de los mayores retos y es un indicador claro del progreso y del desarrollo social alcanzados.
¿Cómo se diseñan entornos accesibles para las personas con discapacidad visual?
La visión permite interpretar de forma rápida y global el entorno y gracias a ella se desarrollan conductas motoras que permiten estructurar y controlar el espacio. Algo que resulta fundamental para dirigirse a un lugar concreto, moverse por un edificio y realizar todo tipo de acciones, en definitiva, desplazarse y hacerlo de manera autónoma.
Las personas con discapacidad visual deben sustituir o complementar estas capacidades por habilidades perceptivas específicas que se apoyan en un mayor uso de los demás sentidos. Para facilitar el desenvolvimiento autónomo, resulta imprescindible, además, que los entornos dispongan de medidas para:
a) Posibilitar la orientación en los espacios.
b) Facilitar la localización de puntos de interés, objetos, etc.
c) Minimizar los peligros y alertar de posibles riesgos.
d) Recibir de forma comprensible la información disponible para realizar acciones, tomar decisiones, etc.
e) Compensar las carencias para percibir los contenidos que son puramente visuales.
¿Qué medidas concretas favorecen estos aspectos?
Las medidas se encuentran recogidas en las distintas normativas, documentos técnicos y manuales y contemplan aspectos:
- Visuales: muchas personas conservan un resto de visión y un adecuado diseño ambiental permite su uso eficiente. En la planificación del entorno debe tenerse en cuenta el tamaño de los objetos y rótulos, colocándolos de forma que se facilite el acercamiento, utilizando colores que hagan el entorno más visible y realizando combinaciones de contraste cromático que permitan la rápida visualización, evitando los reflejos y utilizando correctamente la iluminación de los espacios.
- Auditivos: que facilitan la orientación en los desplazamientos y permiten recibir información de alerta de posibles peligros.
- Táctiles: la instalación de texturas diferentes permite identificar o discriminar distintos espacios, descubrir el lugar en que se encuentra, así como estudiar los terrenos y las superficies por las que se desplaza para resolver de una manera satisfactoria la mayoría de las situaciones.
Más información sobre la accesibilidad en los entornos, bienes y servicios en los siguientes enlaces: